sábado, 26 de marzo de 2011

leer y escribir

Hace unos días Vero escribió en su blog:

He estado hablando con un soldador para que nos haga algunos trabajos, hemos estado detallando los encuentros, haciendo el listado del material, concretando los honorarios... después he preparado un contrato, y le he pedido que firmara.
Ha cogido el boli, se ha sentado, y con mucho esfuerzo y un pulso frágil que intentaba dominar unas letras preescolares, ha escrito lenta y deformadamente su nombre. En un instante, ese señor con el que discutía duramente se ha transformado en una persona desprotegida y vulnerable.
Desde que trabajo en cooperación me ha pasado ya varias veces. No deja de sobrecogerme que la gente no sepa escribir. Me produce una profunda tristeza.


A mi también me impresiona y me sobrecoge que haya gente que no sepa leer y escribir. Debo tanto a saber leer y escribir que me cuesta imaginar cómo se vive cuando no se sabe...

Recuerdo que la primera vez que tuve constancia de esto, la primera vez que me enfrenté a una situación como la que cuenta Vero en su blog, fue hace un millón de años, yo tendría 10 ó 12. Bajé al portal de casa para algo del buzón, o de los contadores de la luz o algo así. Creo que había que darle a algún interruptor en el sótano. El portero estaba de vacaciones, y esos días le sustituía un señor que vivía en el bajo. Creo que se llamaba el señor Antonio. Recuerdo que le dije que si podía darle al interruptor de nuestro piso y me dijo que bajara con él para indicarle, que no sabía leer y que si yo no le ayudaba no iba a poder distinguir uno de otro.
Con 12 años aún no había imaginado que en mi mismo bloque hubiera alguien que no pudiera leer. En mi idea del mundo, no entraba la posibilidad de no saber leer o escribir. Hoy sé más y me consta que hay muchísima gente en esa situación. Pero aún me impresiona y me entristece...

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