lunes, 9 de enero de 2012

"El juego"

[...] Con ello he vuelto a un estado mental ya olvidado, a algo que proviene de mi niñez. Por la noche acostumbraba a sentarme en la cama para jugar a lo que yo llamaba "el juego". Primero creaba el cuarto donde me encontraba, "nombrando" todas las cosas (la cama, el sillón, las cortinas) hasta que todo estaba contenido en mi mente. Después salía del cuarto y "creaba" la casa; luego salía de la casa y, poco a poco, iba "creando" la calle; y a continuación me elevaba al aire contemplando Londres por debajo de mí (los enormes e inacabables yermos de Londres), a la vez que conservaba en mi mente la imagen del cuarto, de la casa y de la calle. Posteriormente "creaba" Inglaterra, la forma de Inglaterra en Gran Bretaña, el grupito de islas colocadas frente al continente, y después, poco a poco, "hacía" el mundo, continente a continente, océano tras océano. La gracia del "juego" estribaba en crear esta vastedad reteniendo a la vez en la mente el cuarto, la casa y la calle en su pequeñez, hasta que conseguía llegar al punto en que salía al espacio y miraba el mundo, una bola bañada por el sol en el cielo que daba vueltas por debajo de mí. Al conseguir este punto, con las estrellas a mi alrededor y la pequeña Tierra girando debajo de mí, intentaba imaginar al mismo tiempo una gota de agua bullendo de vida o una hoja verde. A veces conseguía lo que deseaba, el conocimiento simultáneo de lo vasto y lo diminuto: también me concentraba en una sola criatura, un pececito de colores en un lago, una sola flor o una mariposa, y trataba de crear, de "nombrar" el ser de la flor, la mariposa y el pez, creando poco a poco a su alrededor el bosque, el lago o el espacio de aire que soplaba en medio de la noche, agitándome como si tuviera alas. Era así como yo podía "pasar" de lo pequeño a la inmensidad del espacio.
Cuando era niña, me resultaba fácil. Y ahora me parece como si hubiera vivido durante años en un estado de excitación gracias a aquel "juego". En estos momentos me resulta muy difícil volver a jugar así. Esta tarde me agoté al cabo de unos minutos. No obstante, conseguí, sólo durante unos segundos, ver a la Tierra girando bajo mis pies, mientras la luz del sol se hundía en la panza de Asia y las Américas se adentraban en la oscuridad. [...]


De la novela El cuaderno dorado, de la escritora británica Doris Lessing [1919- ].

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